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La comunidad científica investiga y profundiza en la actualidad sobre el papel de las emociones positivas en el desarrollo, mantenimiento y recuperación de enfermedades de salud física y mental.
En este artículo encontrarás una investigación bibliográfica sobre el papel de las emociones positivas y negativas en la salud, analizando los principales modelos teóricos de las emociones y aquellas más estudiadas: el amor, la satisfacción, el interés y la alegría.
En este post encontrarás:
- Las emociones positivas y negativas y sus efectos sobre la salud
- Diferencias entre las emociones positivas y las emociones negativas
- Las emociones positivas y su papel en la salud
- Efectos psicológicos beneficiosos de las emociones positivas
- 8 beneficios psicológicos de las emociones positivas
- Las emociones positivas pueden proteger la salud
- 4 Emociones positivas y sus efectos en la salud
- El bienestar como estado de felicidad y sus beneficios
- El optimismo como estilo de afrontamiento protector
Cómo citar este artículo?
A. R. (2020). 4 Emociones Positivas y sus efectos sobre la Salud. Psicología Clínica. https://informacionpsicologiaclinica.blogspot.com/2020/11/4-emociones-positivas-y-sus-efectos.html
Las emociones positivas y negativas y sus efectos sobre la salud
A lo largo de los años, el estudio de las emociones ha tenido un papel desigual para las negativas y las positivas. Históricamente el foco de intervención en áreas relacionadas con la salud se ha centrado en la reducción del dolor y el sufrimiento y en las carencias del desarrollo de capacidades individuales y colectivas.
Es bien conocido que las emociones negativas están implícitas en un gran cantidad de trastornos psicológicos: la tristeza para la depresión, el miedo y la ansiedad para lostrastornos de ansiedad, entre otros. También en los médicos, por ejemplo, la hostilidad para los trastornos cardiovasculares.
¿Influyen las emociones negativas al desarrollo de enfermedades?
Queda establecida la sistemática relación entre la presencia elevada de emociones negativas con la propensión a desarrollar determinadas enfermedades aunque su relación no puede afirmarse como causal sino como un factor de influencia de peso desconocido.
Sin embargo, el interés sobre la relación entre las emociones positivas y la salud ha sido menor, creciendo su estudio únicamente durante las dos últimas décadas. En el desarrollo de enfermedades el estudio de las emociones positivas se ha reducido a unos pocos trastornos como por ejemplo los episodios de manía en el trastorno bipolar.
La tendencia psicológica a lo largo de los años ha sido centrarse en aquello que nos crea malestar, nuestra atención se ha centrado en dar prioridad al estudio de las emociones negativas y dar poco valor a las positivas.
Esta tendencia está cambiando en el momento presente y muchos autores están estudiando la función adaptativa de las emociones positivas dentro del marco de la psicología positiva (Jiménez y Luisa, 2006). En la actualidad el foco tradicional situado en el síntoma y en la enfermedad está cambiando hacia una concepción de la salud cada vez más amplia que incluye aspectos relacionados con un funcionamiento personal óptimo y no centrándose únicamente en la ausencia de enfermedad.
Las diferencias entre las emociones positivas y las emociones negativas
Antes de adentrarnos en conceptualizar y comentar en profundidad los
efectos de las emociones positivas en la salud de las personas, es pertinente
comprender las diferencias existentes entre las emociones negativas y positivas
en su estudio tanto a nivel taxonómico y fisiológico como adaptativo.
Son muchas las posibles razones que explicarían el trato desigual en ambos tipos de emociones. Una posible razón en el poco interés empírico de las emociones positivas es que, en las clasificaciones taxonómicas clásicas de las emociones, estas eran poco redundantes, encontrando sólo una emoción positiva, por cada tres o cuatro de negativas existentes (Ellsworth y Smith, 1988b en Fredrickson, 2011).
Otra de las posibles razones es que cuando nos fijamos en la expresión de las emociones y más concretamente en su expresión facial y su respuesta autonómica, las emociones negativas se diferencian muy claramente las unas de las otras en su forma de expresión y respuesta autonómica, mientras que esta diferenciación es mucho más difícil en las positivas, compartiendo todas ellas una característica común: la sonrisa de Duchenne (contracción de los músculos del lado de los ojos) y la falta de respuesta autonómica específica en todas ellas (Levenson et al., 1990 en Fredrickson, 2011).
Emociones positivas y circuitos cerebrales
Sin embargo, desde nuestro punto de vista, la diferencia más clara se ha encontrado en buscar la función adaptativa de las funciones positivas dentro del marco teórico clásico de las emociones.
La respuesta emocional es producida por el complejo entramado de conexiones del sistema límbico donde se incluye el hipocampo, la circunvalación del cuerpo calloso, el tálamo anterior y la amígdala.
La amígdala tiene el papel más relevante en la gestión de las emociones, ya que su lesión anula la capacidad emocional. Además, activa las conexiones del sistema límbico, encargado de desencadenar un seguido de respuestas fisiológicas, psicológicas y comportamentales para producir un tipo específico de respuesta ante la situación.
Adoptando esta perspectiva, el rol de las emociones negativas parece suficientemente claro y coherente. Ante un determinado peligro, la respuesta emocional nos hace reducir nuestro rango de actuación a luchar contra ella o huir de la misma.
Ahora bien,
el papel de las emociones positivas queda menos claro y su utilidad como
respuesta de supervivencia es mucho menos evidente. Principalmente, porque su
respuesta no se da de forma inmediata como las emociones negativas ya que, como
veremos a continuación, se produce a más largo plazo (Jiménez, 2006).
Las emociones positivas y su papel en la salud
Son muchos los autores que para solucionar estas discrepancias han propuesto el surgimiento de diferentes tipos de teorías para diferentes tipos de emociones (teoría del enfado, teoría de la tristeza, teoría de la sorpresa…) o la adopción de modelos múltiples para describir y separar las emociones negativas de las positivas (Ekman, 1994; Fredrickson y Levenson, 1998; Fredrickson, 2011).
Diversas teorías han surgido para explicar el papel de las
emociones positivas en el bienestar
psicológico cómo las tres vías hacia la felicidad de Seligman y el modelo multidimensional del bienestar
psicológico de Ryff (Seligman, 2002; Ryff, 1995).
El presente estudio se fundamenta en la teoría abierta y construida de las emociones positivas (“Broaden and build theory of positive emotions”) desarrollada por Bárbara Fredrickson. Su principal premisa es que las emociones negativas reducen el campo de respuesta mientras que el conjunto de emociones positivas lo amplían.
Es decir,
emociones como la alegría, el entusiasmo, la satisfacción, la tranquilidad, la
complacencia, la elevación, la fluidez y el amor, entre otras, pueden
proporcionar al individuo una serie de habilidades, conceptualizadas como
recursos, que son de gran valor y utilidad en cuestiones relativas al desarrollo,
crecimiento personal y conexión social (Fredrickson, 2011).
Las emociones positivas potencian la construcción
de recursos personales
Basándonos en el modelo propuesto por B. Fredrickson, es posible que un
esquema general de posición positiva ante la realidad genere una mayor
frecuencia de emociones positivas, siendo estas mediadoras de los recursos de
afrontamiento de un individuo ante una enfermedad y actuando de modo directo
sobre la salud e incluso amortiguando las respuestas fisiológicas a otras
emociones de tipo negativo.
El modelo de Bárbara Fredrickson describe cómo las emociones positivas expanden el foco atencional del individuo mediante un mayor número de acciones inusuales y más variadas en lugar de las más típicas y consistentes, facilitando el aprendizaje, dando lugar a un aumento del alcance de la cognición y construyendo recursos intelectuales para el individuo.
Efectos psicológicos beneficiosos de las emociones positivas
Por ejemplo, el afecto positivo se ha relacionado con una organización cognitiva más abierta, flexible y compleja y con la habilidad para integrar distintos tipos de información, haciendo más creativa la solución de problemas y más acertados y sensatos los juicios y la toma de decisiones.
Algunas investigaciones (Murray et al., 1990) han encontrado que experimentar emociones positivas pueden llevar al individuo a ver la relación e interconexiones entre pensamientos e ideas de una forma más integrada y flexible, conduciendo a un mayor número de asociaciones cognitivas, creación de ideas y conceptos, favoreciendo la memoria y el pensamiento creativo y restaurando la flexibilidad de pensamiento durante y después de experiencias emocionales negativas.
En un estudio se demostró que los niños apegados de forma segura fueron más persistentes, entusiastas y eficaces en la resolución de problemas que los niños con otros vínculos afectivos (Matas et al., 1978).
En otra investigación con niños de primaria y secundaria se halló que pedir a los alumnos que reflexionen durante 1 minuto sobre un momento feliz de su vida antes de realizar tareas de aprendizaje o un examen produce aumentos significativos en procesos intelectuales y de acción (Yasutake y Bryan, 1995 & Bryan, Mathur y Sullivan, 1996).
El juego, el desarrollo infantil y las emociones positivas
La construcción de recursos físicos mediante la experiencia de emociones positivas se justifica haciendo hincapié en que estas promueven el juego, la exploración y la integración, generando nuevas ideas y tendencias de acción que favorecen el desarrollo de recursos.
Por ejemplo, el juego sirve
para desarrollar habilidades locomotoras específicas que pueden ser
beneficiosas en situaciones difíciles o amenazantes (Boulton y Smith, 1992;
Symons, 1978 ). En un estudio con ratas privadas de juego social se demostró
que las ratas privadas eran más lentas a la hora de aprender una tarea motora
compleja en comparación a las no privadas del juego social, lo que sugiere que
este puede fomentar la flexibilidad conductual general (Einon et al., 1978).
La alegría, entre otras emociones positivas, anima a jugar en un sentido amplio de la palabra. Aumenta la motivación del individuo a empujar los límites y ser creativo, permitiendo el desarrollo y
entrenamiento de habilidades físicas (fuerza, resistencia o precisión),
de habilidades psicológicas e intelectuales (por ejemplo, la comprensión de
normas, la memoria o el autocontrol) y de habilidades sociales necesarias para
la vinculación y el apoyo.
La interacción social como fuente de emociones positivas y salud
Las relaciones sociales cercanas y duraderas tiene un efecto significativo en la supervivencia individual y colectiva. Las experiencias relacionadas con emociones positivas, a través de sonrisas, juegos o intercambios sociales, contribuyen en el desarrollo y mantenimiento de las relaciones: aumentando la voluntad de ayuda a los demás y fomentando el establecimiento y participación en relaciones y el apoyo social recíproco.
Por ejemplo, desde la psicología social se argumenta que experimentar emociones positivas aumenta la probabilidad de que un individuo ayude los otros, este altruismo generaría emoción de gratitud en la persona que lo recibe y contribuiría en la creación de la necesidad de ser recíproco, formando la base para una relación de cooperación continua y beneficiosa para ambas partes (Oatley y Jenkins, 1996).
Estos efectos ejercen una influencia significativa en la construcción de recursos sociales que fomentarán el bienestar del individuo y su capacidad de afrontamiento para la vida diaria o para situaciones de amenaza. En cambio, el aislamiento y las redes sociales escasas o poco eficaces se han relacionado con un mayor riesgo de morbilidad y mortalidad.
El afecto positivo u otras emociones positivas pueden facilitar la creación y mantenimiento de vínculos sociales, los cuales son protectores de un buen estado de salud. La reciprocidad social, entendida como la percepción de uno mismo a ofrecerse a la red social y recibir recompensas de ella, está ligada a un mejor estado de salud (Siegrist, 2005).
La escasa red social y de apoyo supondrá para el
individuo un desarrollo social menos adaptado que disminuirá la creación de
recursos sociales y los efectos beneficiosos de estas.
Las emociones positivas pueden proteger de los efectos de las emociones negativas
Las implicaciones del modelo son varias: en primera instancia las emociones positivas pueden funcionar como antídotos para amortiguar el efecto de las emociones negativas.
Esto es explicado mediante la función de supervivencia de las emociones negativas, que según la autora, pueden restringir el número y variedad de acciones que una persona desarrollará en una situación concreta.
En cambio una tendencia a experimentar emociones positivas (alegría, amor, interés, esperanza y otras) afirma que amplían el rango de acción y pensamientos, favoreciendo la creatividad, la flexibilidad y la eficiencia, lo que lleva al individuo a desarrollar recursos personales para afrontar situaciones de estrés o difíciles, con beneficios adaptativos sobre el padecimiento de enfermedades.
8 beneficios psicológicos de las emociones positivas
- Facilitar el establecimiento de vínculos sociales
- Promover el desarrollo de funciones cognitivas
- Promover el desarrollo de una personalidad adaptada y sana
- Contribuir a la velocidad y eficiencia de la adaptación personal al ambiente
- Aumentar la capacidad de recuperación en situaciones difíciles
- Aumento de las habilidades creativas y la flexibilidad mental
- Fomento de las capacidades de acción
- Promoción de un mejor estado físico y mental
Los beneficios más importantes de las emociones positivas pasarían por: facilitar el establecimiento
de vínculos sociales, contribuir a la velocidad y eficiencia de la
adaptación y por último, aumenta la capacidad de recuperación ante situaciones
difíciles.
Descubre: Efectos de las emociones positivas en el cáncer y en el desarrollo de enfermedades
Las emociones positivas pueden proteger la salud
Por último y más importante, las emociones positivas pueden tener un efecto protector para la salud. Como comenta Jiménez:
“afirmar que las emociones positivas están involucradas en el bienestar y la felicidad de los individuos no es una afirmación sorprendente, sin embargo, afirmar que prolongan la vida sí lo es”
(Jiménez, 2006)
Cabe ser críticos con dicha afirmación, se requieren investigaciones y pruebas consistentes que estudien la forma en que actúan las emociones positivas. Conocer si estas producen cambios directamente en el organismo (ej. sistema inmunológico) o por el contrario actúan de forma indirecta (ej. promoviendo formas más adecuadas de afrontamiento). Aunque lo más probable es que ambas formas están presentes y tengan un papel relevante (Vázquez, 2007).
Si consideramos el afecto positivo como un estado emocional seleccionado evolutivamente es muy probable que este pueda desarrollar una función biológica protectora asociada al funcionamiento de los sistemas psicobiológicos. ´
El afecto positivo como protector de la salud mental y física
Es conocido que los individuos con un mayor afecto positivo dicen estar mejor de salud, describen menos síntomas físicos y realizan menos visitas médicas, asociándose a una mayor calidad de vida percibida por los pacientes.
El afecto positivo puede tener un papel importante en el inicio, desarrollo y mantenimiento de diversas enfermedades. Diversos estudios han mostrado que podría estar relacionado con una mejor salud y una mayor longevidad.
El afecto positivo o bienestar emocional parece proteger a los individuos del deterioro físico producido por la edad, afectando positivamente a su independencia funcional y alargando su esperanza de vida (Vázquez et al., 2009).
Cada vez resulta más evidente que el afecto positivo tiene un papel importante para la salud aunque todavía es pronto para determinar relaciones causales. Este podría contribuir a disminuir el riesgo de enfermedad pero también facilitar la recuperación: personas con mayores tasas de afecto positivo tiene hasta casi tres veces más posibilidades de recuperación en un año después de problemas cardíacos, apoplejías o fracturas de cadera (Ostir et. al., 2002).
En resumen, esta teoría permite un cambio de perspectiva en el entendimiento de la funcionalidad de las emociones positivas. Tal y como se ha ido observando, numerosos han sido los estudios que han demostrado que las emociones positivas favorecen una ampliación de la capacidad atencional del individuo, su capacidad cognitiva y de forma indirecta su capacidad de acción.
También la adquisición de recursos como habilidades físicas, intelectuales y sociales indispensables para el correcto crecimiento y desarrollo personal de nuestros ancestros y con probable implicación como variables mediadoras en el padecimiento de enfermedades.
4 Emociones positivas y sus efectos en la salud
Una vez comentado el modelo de las emociones positivas es conveniente definirlas, comentar las circunstancias que elicitan la emoción, los cambios que producen en el repertorio pensamiento- acción del individuo y las consecuencias de dichos cambios.
Aunque encontramos múltiples emociones
positivas, hemos seleccionado aquellas que presentan un patrón concreto,
diferenciándose lo suficiente las unas de las otras y siendo frecuentes en
múltiples culturas. Se definen y comentan los aspectos más relevantes de
aquellas emociones positivas más estudiadas y valoradas dada su probable
influencia en la salud.
La alegría
La alegría, comparte espacio conceptual con emociones de excitación relativamente alta como la diversión o la euforia.
La alegría puede predisponer positivamente al individuo a participar en cualquier interacción que se le presente, promoviendo la satisfacción, el placer y las experiencias positivas.
Además puede ampliar el repertorio de pensamiento y acción de un
individuo aumentando su necesidad de jugar, en sentido físico, social,
intelectual y artístico e incitando en desarrollo de habilidades relacionadas.
El interés
El interés engloba la curiosidad, la intriga, la emoción y el asombro, ejerciendo influencia sobre la motivación intrínseca, ofreciendo novedad, cambio y un sentido de posibilidad.
El interés genera un sentimiento de querer investigar, involucrarse, ampliando y expandiendo el yo al incorporar nueva información mediante la exploración activa de nuevas experiencias que supone la apertura a nuevas ideas, experiencias y acciones.
Este aumenta el rango de pensamiento y acción del
individuo, siendo el instigador principal del crecimiento personal y creativo,
del esfuerzo y del desarrollo de la inteligencia.
La satisfacción
La satisfacción forma parte de las emociones positivas de baja excitación como la tranquilidad o la serenidad que permiten al individuo disfrutar de su vida actual, de las circunstancias y sus éxitos, experimentando unidad con el mundo que los rodea e integrando los logros y acontecimientos en su autoconcepto y su visión global.
Esta crea la necesidad de saborear e
integrar eventos y experiencias recientes creando un nuevo
concepto del yo y cambiando la visión del mundo.
El amor
El amor, ha sido objeto de polémica ya que podría componerse por la experiencia de varias emociones positivas, incluyendo el interés, la alegría y la satisfacción, que favorecen las experiencias de amor, un aumento en la familiaridad construyendo y fortaleciendo los vínculos sociales y el apego.
Este fortalecimiento de las relaciones sociales se generaría mediante la renovación del interés hacia otros individuos (amigos, conocidos..) al ser revelados y compartidos nuevos aspectos de sí mismos, potenciando el conocimiento profundo de los demás. En las relaciones familiares, de amistad o relaciones amorosas, este ciclo se repetiría sin cesar aportando felicidad al individuo y resultando en beneficios psicológicos.
El bienestar como estado de felicidad y sus beneficios para la salud
Cuando analizamos las emociones en su conjunto, vemos que todas ellas están presentes en el bienestar subjetivo de cada uno. Partiendo de la investigación de Vázquez y sus colegas, podríamos definir el bienestar como :
“la presencia de afecto positivo y ausencia de afecto negativo, que permite vivir de forma plena o dar realización a los potenciales humanos más valiosos y se encuentra mediante la realización de actividades congruentes con valores profundos que suponen un compromiso pleno con el que el individuo se siente vivo y auténtico” (Vázquez et al., 2009)
Esto puede ser entendido como desarrollar el verdadero
potencial de uno mismo, siendo el bienestar o la felicidad el resultado de una
vida bien vivida, mediada por: la autoaceptación, las relaciones positivas con
los demás, el control ambiental, la propia autonomía, propósitos en la vida
congruentes con los valores y el crecimiento
personal.
Elementos del bienestar
En la concepción del bienestar podríamos distinguir dos elementos:
El balance afectivo: entendido como el resultado de la frecuencia de las emociones positivas menos la frecuencia de emociones negativas o la frecuencia de afectos placenteros y displacenteros en la propia experiencia inmediata
La satisfacción vital percibida: entendida como juicio global de la propia vida, más estable y con un componente más cognitivo.
El bienestar como factor protector ante la enfermedad
Parece ser que el bienestar, la felicidad o el afecto positivo podrían resultar factores protectores ante la enfermedad.
En el estudio de Cohen y sus compañeros en 2006, midieron el afecto positivo y negativo de los participantes durante dos semanas, después les inocularon el rhinovirus o el virus Influenza A y les observaron en cuarentena. Encontraron una asociación entre afecto positivo y menores tasas de enfermedad.
Los participantes con mayor emocionalidad positiva tenían tres veces menos probabilidades de desarrollar la enfermedad. El afecto positivo mostraba una mayor asociación con las tasas de enfermedad que las que mostraba el afecto negativo y cuando se empleaban ambas variables simultáneamente como predictoras, el afecto negativo dejaba de ser un predictor significativo de enfermedad.
Estudiar cómo el bienestar o el afecto positivo pueden resultar factores de protección ante la enfermedad es una tarea compleja.
Steptoe, Wardle y Marmot en 2005 estudian la relación entendiendo que las emociones positivas pueden promover la salud y, por ello, proteger ante la enfermedad. En su investigación analizaron si la afectividad positiva, medida mediante la suma de momentos de bienestar en un día laboral de las participantes (mujeres de mediana edad), está asociada a indicadores de buena salud física.
En los participantes que mostraban una tendencia mayor al bienestar hallaron niveles más bajos de cortisol en saliva, niveles de tasa cardíaca más baja, una menor presión sistólica y una menor respuesta fibrinógeno al estrés. En hombres, los que manifestaban un estado afectivo más positivo, evaluado en 4 momentos de 2 días laborables, tenían una menor respuesta inflamatoria y una menor tensión arterial al ser expuestos a tardes de estrés mental en condiciones de laboratorio.
Otro estudio en la misma línea evalúa si la tendencia al bienestar puede fomentar la supervivencia de los individuos. En el estudio de Levy (2002) hallaron que las personas mayores con percepciones más positivas de su envejecimiento (bienestar) cuando tenían 50 años o más vivieron más tiempo, situando la media en 7’6 años, que los que presentaban percepciones más negativas sobre el proceso de hacerse ancianos.
En otra investigación de dos años de duración con más de 2000 personas entre 65 y 99 años (Ostir et al., 2002), demostraron que la presencia de afecto positivo o bienestar emocional tiene un impacto diferente a la ausencia de depresión o afecto negativo. Determinaron que el afecto positivo parece proteger a los individuos del deterioro físico producido por la edad, afectando positivamente a su independencia funcional y esperanza de vida.
El optimismo como estilo de afrontamiento protector de salud
Otro de los aspectos de especial interés es la actitud cómo estilo de afrontamiento de cada persona. Cuando hablamos de actitud nos estamos refiriendo al optimismo.
El optimismo es una de las variables que, en relación a los estilos de afrontamiento, ha sido más evaluada en el ámbito del cáncer y otras enfermedades.
Los efectos del afecto positivo sobre la salud posiblemente estén mediados por variables como el optimismo o la esperanza, entre otras, siendo consideradas elementos que pueden proteger la salud en situaciones que suponen un reto para el equilibro de los individuos.
Podemos distinguir entre el optimismo específico hacia un resultado concreto como sería curarse de una enfermedad o el optimismo disposicional, que se podría definir como la disposición general positiva del individuo sobre el futuro, creyendo que le deparará más resultados positivos que negativos.
Los resultados de distintos estudios demuestran una relación consistente entre el optimismo disposicional y una mayor resistencia a los efectos psicológicos y biológicos producidos por el estrés de padecer una enfermedad (Vázquez et al., 2006).
El optimismo y sus beneficios terapéuticos ante las enfermedades
La tendencia al optimismo se ha asociado a un mejor estado anímico, a estrategias de afrontamiento más activas y a un mayor desarrollo de conductas de solución de problemas y autocuidado. Todos ellos son factores importantes en la vivencia de un cáncer.
El optimismo ha sido relacionado con una mayor protección ante la enfermedad y una mayor esperanza de vida, siendo relevante en la salud física de los individuos.
En un estudio analizan escritos personales sobre situaciones vividas en la II Guerra Mundial por un grupo de 99 licenciados de Harvard. 30 años después, los optimistas presentaron mejor salud y menos mortalidad que lo pesimistas.
Se demostró que los participantes optimistas vivían más (reduciendo un 50% el riesgo de muerte) y su tasa de supervivencia era significativamente mejor que la esperada en función de sus características sociodemográficas, además percibían una mejor salud física y mental (Peterson et al., 1988).
En otro estudio con pacientes optimistas sometidos a un bypass mostraron planes más activos de rehabilitación y en el post-seguimiento a los 6 meses mostraron mejor recuperación y calidad de vida que los pacientes más pesimistas.
En último lugar en la investigación de Kubzanki y sus compañeros en 2001 hallaron que las personas optimistas presentan la mitad de riesgo de padecer una enfermedad coronaria respecto a otros participantes con elevados niveles de pesimismo.
El optimismo y las emociones positivas previenen enfermedades
Parece ser comprobado y aceptado en la comunidad médica actual que el optimismo puede prevenir enfermedades respiratorias y cardíacas o facilitar su afrontamiento como situación estresante.
Experimentar emociones positivas, bienestar y mantener un estilo optimista de afrontamiento pueden proporcionar el estado físico y mental que proporcione beneficios en la prevención y desarrollo de enfermedades.
Las consecuencias positivas de experimentar emociones positivas de forma frecuente son indudables. Sus efectos deben ser más estudiados en otros ámbitos: tratamiento de otras alteraciones (insomnio, depresión, ansiedad), burnout en el trabajo, relaciones familiares...
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